Por Julio Yovera *
Lima fue
la sede del Encuentro Latinoamericano y Caribeño de las organizaciones
comunistas, de izquierda y revolucionarias del mundo. El acto no mereció
la menor atención de los medios de comunicación masivos; lo que no
tiene por qué extrañarnos ni desalentarnos. Ya sabemos que, por
prejuicio, por ignorancia, por defender sus intereses, sobre estos temas
cae siempre la censura. Lo importante del Encuentro no está en lo que
dijo de él sino en lo que sus delegados reflexionaron y acordaron.
Las
organizaciones sociales y culturales, los trabajadores y los movimientos
originarios avanzan a pesar de las dificultades y al empeño del imperio
para desprestigiar la resistencia de los pueblos. No es poco lo que las
fuerzas socialistas y progresistas hacen, pues, se enfrentan a un
adversario que concentra un enorme poder, aunque, como se señaló, se
avanza a una multipolaridad que le traerá fricciones y conflictos, y por
eso mismo, el imperio defenderá, con todo, lo que considera que es
suyo. Lo estamos viendo ahora en los países donde el electorado optó por
respaldar a las fuerzas progresistas.
Si bien en
el Encuentro no hubo consenso en todo, por ejemplo, en el análisis y la
apreciación del panorama internacional, sí hubo coincidencias que
gravitan a favor de la lucha de los pueblos. Hubo también coincidencias
en el diagnóstico de la crisis de la civilización capitalista, que
enajena hasta niveles infrahumanos a la especie y el planeta. Su
fundamentalismo promueve la xenofobia y el fanatismo ideológico y
político. Sobre el particular no hay la menor duda.
En el
credo del imperio, la libertad, al margen de consideraciones objetivas,
definen el destino de los seres humanos: sobreviven lo que están dotados
a abrirse paso; los demás que no califican deben desaparecer. Esa es su
“lógica”. La solidaridad para ellos es poco menos que una enfermedad.
En el
credo del imperio, solo aquello que se somete al mercado es digno de
merecimiento y veneración. Y no tiene el menor escrúpulo en maniobrar e
intervenir en cualquier latitud para apropiarse de los bienes de la
naturaleza con el ardid de la “inversión”, aunque para ello,
colateralmente, haga enormes daños a la vida, incluyendo el asesinato, y
la depredación del medio ambiente.
Un
encuentro que desde el sector popular formula argumentos, razones,
propuestas al imperio, es algo que no le hace gracia alguna, y, por eso,
su semblante arisco frente a esta iniciativa, que dígase de paso, es
resultado de la unidad de los comunistas peruanos.
Hasta hace
algunos pocos años, F. Fukuyama, A. Tofler y P. Drucker trataron de
renovar la teoría de la historia: al imperio le llamaron “sociedad del
conocimiento”; a la tercera revolución científico-técnica, “tercera
ola”; a las sociedades semi-coloniales y neocoloniales, “países
emergentes” o “en vías de desarrollo”. Parecía que las tesis socialistas
y marxistas perdían la batalla inevitablemente; más cuando en el
planeta apareció el neoliberalismo (en el contexto de la globalización) y
en algunos países el “socialismo real” se derrumbó inevitablemente.
Hoy, en l
horizonte de la lucha social y de clases aparece el fantasma del
socialismo revitalizado. Se abre una esperanza. Y por eso, el mensaje
optimista de Mariátegui estuvo presente en el encuentro de quienes
frente al capitalismo no huyen, sino que lo enfrentan y señalan el
horizonte socialista, que no será un paraíso pero sí mucho mejor que el
orden criminal que impone el imperio.
Cuba y
Fidel son buenos ejemplos para los pueblos y revolucionarios. Se ha
retomado el camino de la unidad bolivariana. El reto es avanzar.
Excelente la iniciativa pero será mejor si en el futuro no hay sectores y
personalidades excluidas. Los partidos y las izquierdas deben sacudirse
de posturas sectarias. Es un requisito para avanzar.
+ Docente de Literatura.
Exdirector de Patria Roja